Comunicación no verbal II: La Paralingüística
El comportamiento lingüístico está determinado por dos factores: el código y el contenido que se pretende comunicar. Sin embargo estos dos factores no constituyen la totalidad del comportamiento ni verbal ni comunicativo. Existen variaciones lingüísticas, entre las que se puede citar la elección del idioma, la utilización de un lenguaje simple o elaborado, la elección de los tiempos verbales, etc., y existen, por otra lado, variaciones no lingüísticas como el ritmo, el tono y el volumen de la voz. Al estudio de las variaciones no lingüísticas se dedica la paralingüística.
El tono: La cualidad del tono que interesa aquí es el tono afectivo, esto es, la adecuación emocional del tono de voz utilizado en la conversación. El tono es un reflejo emocional, de forma que la excesiva emocionalidad ahoga la voz y, el tono se hace más agudo. Por lo tanto, el deslizamiento hacia los tonos agudos es síntoma de inhibición emocional.
El volumen: quién inicia una conversación en un estado de tensión mal adaptado a la situación, habla con un volumen de voz inapropiado. Cuando la voz surge en un volumen elevado, suele ser síntoma de que el interlocutor quiere imponerse en la conversación, y está relacionado con la intención de mostrar autoridad y dominio. El volumen bajo sintomatiza la intención de no quiere hacer el esfuerzo de ser oída, con lo que se asocia a personas introvertidas o apáticas.
El ritmo: Se refiere a la fluidez y velocidad verbal con que se expresa la persona. Si se habla muy lentamente, los que escuchan podrían impacientarse o aburrirse, si lo hacemos rápidamente, los oyentes podrían tener dificultades para comprender. La velocidad también nos da otro tipo de información psicológica, por ejemplo el habla lenta podría indicar tristeza, afecto o aburrimiento; y el habla rápida podría indicar alegría o sorpresa. Los cambios de ritmo le dan un estilo más interesante al discurso. Por lo que nos prestarán mayor atención.
Estudios realizados en este ámbito han demostrado que el ritmo más adecuado para facilitar la comunicación se sitúa en torno a una velocidad media de 150 palabras por minuto.
Las pausas: nos permiten relajarnos y respirar de un modo concreto, sin atropello, así como dar énfasis a las ideas que acabamos de expresar, o una palabra en medio de la frase que es significativa y pensar en lo que el interlocutor dirá a continuación. También posibilita que en el receptor se genere expectativas de respuesta y reflexione sobre aquello que se dijo en último lugar. Se aconseja que exista una pausa al empezar a hablar, después de cada idea principal y antes de la conclusión. En la medida de lo posible se deben reducir las pausas sonoras.